A partir de ahí, arrancado de su rutina de negocios, se decide a entablar un encuentro con su pasado. La literatura del mexicano Carlos Fuentes se despliega con elegancia celestial en La muñeca reina, un ejemplo notable de su maestría. La muñeca reina, un cuento de Carlos Fuentes I Vine porque aquella tarjeta, tan curiosa, me hizo recordar su existencia. Estaba acomodando, después de mucho tiempo de no hacerlo, mis libros. No recuerdo las respuestas. Prendido al brazo de la banca como a un arzón milagroso, al principio no escuché los pasos ligeros que, después de correr sobre la grava del jardín, se detenían a mis espaldas. Pronto me di cuenta que Amilamia había encontrado, por así decirlo, un punto intermedio de expresión entre la ingenuidad de sus años y las formas de mímica adulta que los niños bien educados deben conocer, sobre todo para los momentos solemnes de la presentación y la despedida. Y no deja de sorprenderme que no pueda pensar en ella como realmente fue, o como en verdad se movía, ligera, interrogante, mirando de un lado a otro sin cesar. Amilamia detenida en su carrera loma abajo, con la falda blanca esponjada y los calzones de florecillas apretados con ligas alrededor de los muslos, con la boca abierta y los ojos entrecerrados porque la carrera agitaba el aire y la niña lloraba de gusto.
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